Para las Fuerzas Armadas, la posibilidad del retorno del peronismo al poder era inaceptable. Al mismo tiempo, las expectativas de desperonizacion de la clase obrera habían fracasado, e incluso algunos jefes militares consideraban esto como una seña favorable, en la medida en que la identidad peronista de los trabajadores era un reaseguro frente al comienzo, que para los militares constituía la peor amenaza.
Para Perón, por su parte, esta situación resultaba muy complicada. Se había producido la apertura de ciertos espacios de legalidad política para el peronismo a través de la autorización a partidos denominados “neoperonistas”. Estos partidos eran de alcance provincial y estaban encabezados por antiguos dirigentes del ala política del peronismo. Para controlar esta situación, la estrategia de Perón desde su exilio consistió en impedir que cualquiera de los sectores peronistas predominara claramente y en evitar, al mismo tiempo, la fuga de dirigentes hacia el gobierno de turno.
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